— ¿Qué sintió cuando lo expulsaron el sábado?
— El penalti fue clarísimo, pero yo creo que me podía haber sacado una amarilla en vez de expulsarme pues llegaba Fernando Navarro. Cuando estaba en el suelo ya vi que tenía la roja en la mano y no me dejó decirle nada. Me fui al vestuario y me puse a rezar. Fueron los siete minutos más largos de mi vida. Para colmo escuchaba a cada momento los «uy» del público y eso me estaba poniendo más nervioso aún. No sabía ni qué hacer. Cuando de repente apareció el míster y me dio un abrazo ya me entró el bajón y me relajé un poco.