El técnico andaluz Joaquín Caparrós ha vivido muchas batallas sobre el verde de un campo de fútbol. Entrenó durante su carrera a más de una docena de equipos, pero nunca había tenido que dirigir a la selección de un país en guerra como Armenia. «El Covid-19 nos complicó la vida, pero es un problema más internacional. En cambio, la guerra fue un palo para todos en la selección armenia, especialmente para los futbolistas», comentó Caparrós a Efe en una conversación telefónica.
Poco podía imaginar que meses después de su llegada a ese país estallaría una sangrienta guerra entre armenios y azerbaiyanos por el control del enclave montañoso de Nagorno Karabaj (Cáucaso sur) que dejó miles de muertos en 44 días de combates. Caparrós, que trabajaba en el Sevilla cuando fue contratado en marzo como seleccionador armenio, se define como «un hombre de acción», pero la guerra son palabras mayores.