Caparrós fue más protagonista en Heliópolis que su propio equipo, cuyo fútbol no es para tirar cohetes pero lo ha situado a tres puntos de los puestos de Liga de Campeones.
Los cánticos y los insultos al técnico fueron constantes, como si todo el mundo tuviese que aceptar que algo así suceda porque así está montado este invento llamado fútbol donde todo o casi todo vale.