Joaquín Caparrós ha recibido este mediodía el II «Banquillo de Oro» del Sevilla FC, que premia la trayectoria del entrenador utrerano.
Muy emocionado, quiso repasar toda su trayectoria con el siguiente discurso:
«Soy entrenador. Y como entrenador que soy, siempre intento prepararme lo mejor posible para los grandes momentos. He intentado entrenarme para este acto. He intentado mentalizarme para todo lo que iba a vivir hoy aquí. Pero os voy a decir la verdad… Para esto es imposible prepararse, porque esto, que mi club, el club al que amo, el club al que mi padre me enseñó a amar, me otorgue el Banquillo de Oro Ramón Encinas… Esto es muy grande. Demasiado grande. Es un día de muchas emociones y por supuesto es un día para mirar al cielo. Allí me imagino a mi padre, en el Tercer Anillo de Gol Sur. Mi padre, que me hizo sevillista en aquella época en la que yo idolatraba al gran Paco Gallego, Dorsal de Leyenda. Y de ahí a Manolito Ruiz Sosa y a Ignacio Achúcarro, del que todavía conservo una foto firmada… a mi padre se lo debo todo. Porque confieso que yo pude haber cometido adulterio… Pero él me lo impidió.
Siendo infantil y admirando a mi amigo Pablo Blanco, estudiando en Los Salesianos, me fui a Camas para hacer una prueba con el Betis. Sí, sí… el Betis. Y me cogieron. Cuando llegue a casa, mi padre, mi querido padre, me dijo que si bajo su techo había un futbolista, tenía que jugar en el Sevilla FC. Por encima de su cadáver… Y gracias a sus gestiones, acabé en el Sevilla, incluso jugando un partido con los infantiles de Pepe García en nuestro estadio. De ese día inolvidable guardo una foto como oro en paño.
¡Cómo me hubiera gustado, papá, que me hubieras visto en el Ramón Sánchez-Pizjuán tan sólo una vez entrenando a nuestro Sevilla FC! Nuestro Sevilla, el que seguimos siempre, aquí y en Madrid, cuando nos mudamos por tu trabajo. Todavía recuerdo esas largas y emocionantes tardes de Carrusel Deportivo con Juan Tribuna escuchando al equipo de nuestra alma. También veo en el cielo a mi madre, Carmen, y a mi hermano Antonio, que me llevaba a entrenar al Sevilla al campo del Marqués del Contadero. Y veo a mucha más gente, por ejemplo, a mi querido Roberto Alés, el que me dio la oportunidad de dirigir al Sevilla FC. Roberto, fuiste más que un presidente para mí. No te olvido ni te olvidaré jamás, como tampoco puedo olvidar a todos aquellos que estuvieron en esa reunión en el Restaurante Los Quinteros: Pepe Castro, Augusto Lahore y Juan Maraver, los tres felizmente aquí presentes. Y por supuesto a ese primer Consejo de Administración que con tanto cariño me recibió en el año 2000. Y sigo mirando al cielo. Y contemplo a esos dos zurdos que hice debutar en Primera, que llegaron a la selección española y que se coronaron campeones con el equipo de su vida: Antonio Puerta y José Antonio Reyes. Ambos son eternos para todo el sevillismo y, por supuesto, para este que os habla. Curro, amigo, nunca olvidaremos al mejor jugador que Utrera ha dado jamás. Nunca es nunca.
Os voy a confesar otra verdad… mi sueño no era ser entrenador, mi sueño era ser futbolista del Sevilla FC. Tuve que salir del club cuando mi familia se mudó a Madrid, pero lo que mucha gente no sabe es que cuando estaba en el Real Madrid, en juveniles, lo tenía todo resuelto, por intermediación de mi padre, quién si no, para volver al Sevilla de la mano de Santos Bedoya. El destino quiso que justo antes de volver a casa, en mi último partido con el Leganés, estando cedido por el Madrid, me partiera la rodilla en Zamora. Ahí, mi anhelo de ser jugador desde que adquiriera mis primeras botas en Deportes Arza, se hizo añicos para siempre.Y entonces me metí a entrenador. Fueron muchas las etapas que fui cumpliendo hasta llegar al Sevilla FC y por todos los sitios por los que pasé, viví experiencias que me curtieron para poder llegar y, lo que es más importante, mantenerme en la élite. Entrenar al Sevilla FC, para mí, era lo más grande que me podía pasar. Pero ser el entrenador con más partidos dirigidos de nuestro Sevilla, haberlo clasificado hasta cuatro veces para Europa y recibir este Banquillo de Oro, con el que sólo ha sido distinguido Manolo Cardo hasta la fecha, es mucho más que un sueño cumplido. Eres un referente, Manolo, siempre te admiraré. Siempre lo dije y siempre lo diré… A mí me hierve la sangre roja.
Y como entrenador siempre quise que todos los jugadores que vistieran esta camiseta, sintieran ese veneno, esa misma sensación, ese mismo compromiso por nuestro escudo. Veo a muchos de los que estáis aquí sentados y me siento orgulloso por lo que logramos en una de las épocas más complicadas de la historia de nuestro club. Pasamos de Segunda a Europa en un lustro maravilloso. ¡Qué pedazos de tíos tenía ese equipo! Éramos una banda dentro y fuera del campo -tranquilo, chavales, que todo ha prescrito-, un equipo guerrero, un equipo que no se arrugaba jamás, que iba siempre al frente, por derecho. Con permiso de mi primer capitán, Pepe Prieto, quiero hacer mención especial a mis capitanes, Pablo y Javi, esa pareja de centrales que marcó una época y que dio sus primeras lecciones al mejor central de la historia del futbol español, el más ganador, un líder irrepetible, Sergio Ramos… Don Sergio Ramos. Qué orgulloso me siento de verte de nuevo en casa, Sergio, nuestro canterano de oro, nuestro campeón del mundo. Me he referido a Pablo y a Javi, pero no me puedo olvidar de otros muchos protagonistas de aquel Sevilla que tal vez como ningún otro representó la casta y el coraje: David, Aitor, Pepe Prieto, Pepe Martí, Javi Casquero, Nico Olivera, Antonio Notario, Julio Baptista, Daniel Alves, Renato, Moisés, Mariano Toedtli, Redondo, Paquito Gallardo, Antoñito, Darío Silva, Jaime, Pichón, Domingo Pérez que en paz descanse… Y muchos más que estáis aquí acompañándome. Éramos una verdadera familia. Me lo demostrasteis en los momentos más críticos, como en aquel partido del Camp Nou en el que estando en descenso fuimos capaces de hacer la machada y derrotar al FC Barcelona por 0-3. Y en otras muchas ocasiones. Y tanto que sí.
Tengo que reparar también en la figura de José María del Nido Benavente, porque una vez que asumió el mando fue quien me sostuvo en situaciones adversas. Jose Maria y su Consejo propició ese salto de calidad para que de mirar a la permanencia nos asentáramos en Europa, para luego, un poco después, conquistarla y convertirnos en los reyes de la Europa League. No me quiero olvidar tampoco de Monchi, con quien trabajamos mano a mano para forjar ese Sevilla campeón que se ha consolidado entre los mas grandes del continente en este siglo XXI. Y por supuesto, tengo que hablar de Jesús Navas, el otro campeón del mundo al que hice debutar… Jesusito, nuestro capitán, el hombre de todos los récords. Hoy mi querido Jesús cumple 38 años y está aquí conmigo. No sabes cuánto te lo agradezco. Jesús sigue corriendo la banda como cuando lo saqué por Paco Gallardo en Montjuic hace 20 años. Jesús es una pila humana de batería ilimitada que continúa levantando títulos tanto con su Sevilla como con la selección. Jesús, eres el orgullo de todos los sevillistas y que yo haya participado en un mínimo porcentaje en esa espléndida carrera que tienes a tus espaldas es algo que me emociona.
El día más duro de los cinco años que estuve al frente del Sevilla FC en mi primera etapa fue, como podéis imaginar, el de mi adiós. Fui incapaz de leer la carta de despedida que había escrito. Sí, sentí que era el momento de empezar otra etapa, pero incluso pese a estar totalmente convencido de ello, el dolor que me embargaba por dejar mi casa resultó abrumador. El fútbol me llevó a otros clubes. Primero, en el Deportivo. Recuerdo cuando llegamos aquí en noviembre de 2005 y aún ganando 0-2 todo el estadio, mi estadio, me declaraba su más sentido cariño. Eso no se olvida. Eso se lleva aquí. Siempre fue así, incluso tras clasificar al Athletic a su primera final después de más de 20 años, eliminando a ese pedazo de Sevilla FC de Kanouté y Luis Fabiano, en el Viejo San Mamés. Aquí, en Sevilla, siempre me sentí en casa jugando de visitante. Y por supuesto siempre me sentí sevillista cuando visitaba el estadio de nuestro eterno rival, donde tanto he disfrutado como entrenador, una gozada.
Os voy a ser sincero, por cómo se fueron dando las cosas, jamás pensé que podría volver a entrenar al Sevilla FC, pero en la primavera de 2018 José Castro Carmona me abrió de nuevo las puertas de mi casa. José Castro, el que me abordó en el Paseo de Consolación en el año 2000 y me propuso reunirme con Roberto Alés, de nuevo me trajo a casa. Pepe, mi trayectoria en el Sevilla FC sin ti hubiera sido imposible… GRACIAS con mayúsculas, GRACIAS de corazón. El Sevilla FC pasaba un mal momento, el Sevilla FC me necesitaba… Y yo no podía fallarle, de nuevo con mis inseparables Antonio Álvarez y Luci. Salvamos una papeleta complicada y al año siguiente de nuevo me puse a disposición cuando se me pidió que asumiera la dirección de Futbol. Y otra vez dije ‘presente’ cuando hubo que terminar la temporada 2018/19 en el banquillo, volviendo a clasificar a nuestro Sevilla para Europa y volviendo a hacer lo que más me gustó siempre como entrenador: Ganar un derbi, gozada. Porque para mí, entrenar al equipo que entrenara, siempre eran derbis. Aquellas últimas aventuras las viví junto a mis apreciados Carlitos Marchena y Paco Gallardo. Sí, sí, Carlos Marchena, el otro campeón del mundo de nuestro Sevilla FC. Y Paco, mi querido Paco… Y por supuesto, Pablo Blanco, otra leyenda de nuestro club. ¿Se podía estar mejor acompañado? Hablando de acompañamiento… Aquí estoy hoy, en este día grande, en este día inolvidable, con mi mujer Rosa, con mis hijos, Darío, Adrián, Carlos y Borja, con mi nieta Adriana y mi nieto Carlitos… Con familiares y amigos, con todos los que no están que antes he nombrado, pero que están, claro que están…
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Aquí estoy orgulloso y feliz por recibir este Banquillo de Oro de mi Sevilla FC. Alguna que otra vez me han preguntado si me queda una espinita clavada por no haber ganado un título con mi Sevilla FC… me hubiera encantado hacerlo… Pero que nadie se confunda… El mejor título me lo dio Antonio Caparrós Infante… Mi mejor título es ser sevillista. Voy terminando. Esta sangre, mi sangre, sigue siendo y será por siempre roja y blanca. Y esto, donde estamos, le pese a quien le pese seguirá siendo Sevilla. Y en Sevilla, ya lo sabéis, ¡En Sevilla hay que mamar! ¡Muchas gracias y viva el Sevilla!».