Es difícil meterse en el traje de periodista y tratar de explicar la postura de un grupo numeroso, tanto como el que puede entrar un domingo cualquiera en el Sánchez-Pizjuán. Es de primero de aficionado al fútbol el decir que la afición es «soberana» y no seré yo quien me ponga en contra de esta máxima universal, aunque incluso esto es matizable y hay momentos donde, determinados hechos, muchas veces mal explicados o sacados de contexto con malicia o un interés evidente, predisponen al que paga su abono o entrada a estar de uñas con alguno de los actores, desde el árbitro, hasta con jugadores de su propio equipo. Otro de los sinsentidos de este hermoso espectáculo, todo sea dicho.