El Sevilla se despeña irremediablemente en la Liga y acumula un sinsabor detrás de otro en un invierno que se le está haciendo particularmente duro como consecuencia de las malas planificaciones veraniegas. Ayer le tocó el turno de ejercer de verdugo a un Málaga que tuvo bastante con aguantar el arreón inicial de los hombres de Míchel para después aprovechar que éstos se asemejan en la actualidad a un muñequito de trapo. Este equipo nervionense es tan frágil que basta con que le pase un poquito de aire por al lado para que el cristal se resquebraje de manera casi lamentable.