Yo creo que vestirse de futbolista ahí abajo, en las entrañas de Anfield, debe ser algo así como sentarse en el sillón de García Márquez y ponerte a escribir un artículo en su vieja máquina de escribir. Seguro que te sale redondo. Y que comienzas con la fuerza narrativa con la que el colombiano arrancó sus Cien años de soledad. Debe ser algo parecido a eso. Tan sobrenatural como onírico. Tan mágico como un día de Reyes. Y tan hermoso como una aurora boreal.
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