Cuando uno piensa en José Antonio Reyes, de forma espontánea le asaltan los recuerdos de febrero de 2004, en el aeropuerto de Sevilla, cuando con lágrimas en los ojos le prometía a un grupo de biris que volvería al Sevilla. La joya de Nervión viajaba a Londres, donde le esperaban con los brazos abiertos: el Arsenal acababa de pagar por el de Utrera 24 millones de euros, más bonus, lo que le convertía en el fichaje más caro de la historia de los ‘gunners’.