Fue un adiós desbordante de emotividad. José María del Nido eligió la vía sevillana para despedirse, en el sentido pleno de la palabra: sentimentalismo, golpes de pecho, una visión barroca de la vida, tridentina, que entronca directamente con la Contrarreforma. También dual: el ex presidente del Sevilla se mostró orgulloso por sus muchos logros pero también pidió «disculpas» por no haber dimitido cuando fue condenado en primera instancia. «Si hubiese sabido que iba a pasar esto» lo habría hecho; mintió, pues en diciembre de 2011 admitió que fueron sus abogados los que le aconsejaron seguir y, de hecho, su primer argumento para alegar contra el ingreso inminente en prisión que solicitaba la Fiscalía fue el arraigo y proyección que tenía en virtud de su cargo.