Cada uno somos en cierta manera prisioneros de nuestras circunstancias y en nosotros mismos está el trascender de ellas. Se puede hablar en sevillista de ello, lo hace un infantil prisionero del ascenso del 75 cuando mis padres me regalaron el primero de mis 41 abonos no consecutivos, pues falta uno en la colección. Entonces aprendí que no todo era celebración.