El fútbol es un vaivén de sensaciones. De la inquietud y las dudas despertadas (tras perder el Sevilla ante el Getafe en el Sánchez-Pizjuán) a la ilusión y motivación por seguir en lo más alto sólo va una semana, justo el tiempo en el que el conjunto nervionense destrozó al Standard de Lieja, al Levante y al Real Madrid. Pero el sevillismo quiere más. Hay ganas de fiesta y de estirar la buena sintonía. Ahora, olvidado ya el baño al conjunto de Lopetegui, falta la cuarta victoria, la que sería el colofón a diez días de locura sevillista y la evidencia de que el sistema de Machín ha encajado entre sus jugadores.