El fútbol es un deporte de costumbres. El aficionado se acostumbra la victoria (o a la derrota), el periodista a encasillar a los protagonistas del juego, y los protagonistas se atan a declaraciones monótonas o que ellos mismos se creen a duras penas. En el caso del Sevilla, la vorágine de títulos ha acostumbrado al equipo de Nervión a ganar, ya sea en fronteras propias o ajenas. Hasta un empate en Turín (sin tirar a portería sí) se toma como un resultado de dudoso valor. Nada que ver con lo que Sampaoli y los suyos valoraron tras el empate ante la Juventus. Nadie pensaba en el vuelo de vuelta en la escasez de ocasiones (una) en el recinto Juventino y sí en el hecho de haber plantado cara a uno de los grandes del fútbol europeo actual.