Y hablamos de baloncesto donde la incidencia de un piscinazo es nimia. Hablamos de que una exageración de un jugador en una jugada puntual puede repercutir en ¿una personal? ¿en una técnica? ¿puede ser un engaño de 2 puntos en un partido que ronda los 100?. En cambio, en fútbol, un teatro te cambia un partido. Una expulsión por simular agresión o un penalty por zambullida propicia en muchas ocasiones que el favorecido por el error arbitral sea quien se lleve al gato al agua.