Hay gestos que marcan una trayectoria. A veces para bien, otras para mal. El del pasado domingo de Krychowiak fue de esos que deberían servir de ejemplo de cómo se comporta un profesional, un futbolista entregado a unos colores, a una afición volcada, unos colores que valen más que los de cualquier billete, esos por los que tanto puede cambiar el ser humano.