Pareciese que Joan Jordán, en un guiño del destino, hubiese querido teñirse de rubio para dar aún más la sensación de que el Sevilla aún no se ha despedido de Éver Banega, quien tenía cierta tendencia a colorearse su pelo. Porque el centrocampista catalán, que fue creciendo junto al mago argentino, comienza a volar por su cuenta asumiendo con total naturalidad algunas de las tareas que le correspondían al añorado ’10’ en Nervión. Su enorme partido en Budapest o su magistral intervención en Cádiz en la asistencia del 1-2, junto con su final de curso pasado, le hacen entrar de lleno en las quinielas de la Selección. Y es que Jordán ya avisaba que el mejor Jordán se vería en el segundo año, algo que le pasó a su llegada a Eibar.