No hace falta ser el hincha número uno del club hispalense para darse cuenta de que la cobardía que sobra para sacudir al Sevilla, es la misma valentía que falta para hacer lo mismo con los más poderosos en casos completamente idénticos. Si el perdón dignifica y cuenta, que sea igual para todos. Entre otras cosas, porque el perdón no tiene colores. O al menos, no debería tenerlos.