Los entrenadores siempre los recuerdan públicamente porque cumplen una función importantísima para la armonía de un equipo de fútbol. Son gente por lo general tranquila, alguno de sangre más caliente -sobre todo los delanteros- y tienen la tranquilidad necesaria para trabajar esperando su oportunidad. Los que no gozan habitualmente del rol de la titularidad, los que tienen que convivir siempre con especulaciones sobre su salida, los que acuden a entrenar día a día sabiendo que salvo que se alineen los astros no serán titulares… también tienen su momento en cada temporada y de estar preparados o no depende que esa oportunidad se vaya al limbo o que de verdad sirva para algo.