El Sevilla FC en la Sombra del Relato Fabricado
Por Emerenciano Pérez | Opinión
No se trata de una teoría de la conspiración. Se trata de abrir los ojos.
Porque hay veces en las que, sin necesidad de documentos ni confesiones, la verdad se deja ver por pura repetición de los hechos. Y lo que está ocurriendo en el fútbol andaluz desde hace años tiene un patrón demasiado evidente como para seguir fingiendo que no existe.
El Real Betis Balompié ha sido elevado a los altares mediáticos.
El “club simpático”, el “club del pueblo”, el “club que cae bien a todos”.
Mientras tanto, el Sevilla FC, con siete títulos europeos a sus espaldas, es mirado con indiferencia, cuando no con desprecio. No hace falta irse lejos para comprobarlo: basta con encender la televisión o repasar las portadas cada vez que uno y otro juegan.
Cuando el Betis gana, se exalta la gesta. Cuando pierde, se matiza la caída.
Cuando el Sevilla gana, se ignora. Cuando tropieza, se castiga.
Una narrativa emocionalmente fabricada. Una realidad mediática moldeada con precisión quirúrgica.
¿Casualidad? No. Estrategia.
Durante los últimos años, el Betis ha ejecutado con brillantez una operación de imagen sin precedentes:
Brazaletes personalizados.
Campañas visuales emotivas.
Tono amable y cómplice en redes.
Y, sobre todo, una conexión directa con altavoces mediáticos afines.
En paralelo, el Sevilla ha transitado una etapa institucional convulsa. Eso es innegable.
Pero lo que resulta preocupante es cómo esa debilidad ha sido utilizada para erosionar su identidad públicamente.
Incluso cuando el club conquista su séptima Europa League, los focos apenas se detienen.
Una semana después de aquel título histórico, el discurso volvía a girar… hacia el Betis.
¿Quién mueve los hilos?
No hay necesidad de señalar con nombre y apellido. Porque los hilos no se ven: se sienten.
Se perciben en la pasividad de Canal Sur cuando el Sevilla denuncia injusticias.
En el tono condescendiente de ciertas tertulias.
En cómo se castiga al que alza la voz, mientras se protege al que cae bien.
El caso reciente de la ruptura institucional entre Sevilla y Betis, tras la denuncia que dejó a tres jugadores sevillistas sancionados, es un ejemplo flagrante:
Silencio institucional.
Silencio mediático.
¿Dónde estaban los defensores de la neutralidad? ¿Dónde los que claman por el fair play?
La respuesta es simple: callaban porque no les convenía hablar.
El Betis se ha convertido en el “club protegido”, el niño bonito del relato.
Y al Sevilla se le ha asignado el papel de club incómodo.
No por sus valores. No por su afición.
Sino porque molesta que un club fuera del tridente Madrid-Barça-Atleti haya osado desafiar el orden establecido… y lo haya vencido.
Pero el relato no lo escribe un micrófono: lo escribe la historia.
Y la historia del Sevilla FC está escrita con sangre, sudor y gloria.
Con remontadas imposibles.
Con noches europeas que ni los gigantes han vivido.
Con una afición que, lejos de la pose, vibra con la crudeza del fútbol real.
Así que sí, que lo sigan ignorando si quieren.
Que maquillen al simpático.
Que aplaudan al que conviene.
Porque tarde o temprano, el relato verdadero se abre paso. Y cuando lo haga, el Sevilla no necesitará aplausos prestados. Porque ya habrá dejado huella en la historia.
Y eso, señores… no se puede silenciar.