Hace un mes, o menos incluso, a cualquiera de los sevillistas que este mediodía esté paseando con su bufanda o su camiseta por la Plaza Mayor de Madrid, no se le hubiera ocurrido pensar que iba a volver a tener el gusanillo en el estómago. Pero en sólo dos semanas Unai Emery ha dado la vuelta como a un calcetín no sólo al equipo, sino al comportamiento de la afición y eso es mérito suyo. Porque la verdad es que no hay que hacer grandes cosas para ganarse el aliento de una hinchada tan fiel.