No es extraño que celebre sus paradas con la rabia con la que se mostró al final del encuentro del sábado ante el Valencia. Una imagen -grito desgarrado al aire, puños cerrados, cuerpo arqueado hacia atrás- que siempre ha repetido en sus actuaciones más decisivas: la temporada pasada cuando fue protagonista en la victoria liguera frente al Barcelona, la noche ante la Juventus cuando tuvo el reconocimiento del mejor del mundo, Gianluigi Buffon, escenificado en un abrazo al final del partido, una noche ante el Borussia Mönchengladbach en la que estuvo colosal… Sergio Rico tiene ya un recorrido que no es fácil alcanzar en Primera División. Menos en un club con las aspiraciones que tiene el Sevilla y mucho menos aún con sólo 23 años de edad.