Entiendo el sentimiento de todas las personas que, como yo, viven una historia de amor en la distancia. Yo nací en Madrid, aquí he vivido toda mi vida, y tú estás a 530 kilómetros. Es una sensación desgarradora. Bien lo sabes tú. Mis días se hacen eternos, la mente se me descontrola y la sensación de no poder sentirte más cerca me enloquece. Me enamoré de ti a finales de los 90. Y hasta hoy. Recuerdo que tú por entonces vivías un mal momento, estabas pasando una mala racha. La primera vez que sentí algo por ti tenías muy mala cara. Todo en esa época estaba en tu contra y apenas tenías dinero para sobrevivir. ¿Te acuerdas cuando al principio de estar juntos quisiste comprarme una pelota y con la mirada perdida me reconociste que no tenías ni para un balón? Siempre he creído que dentro de ti pensabas que no aguantaría, que terminaría marchándome, que me cansaría, que lo nuestro solo sería una historia pasajera. Es normal, era lo más fácil. Yo tenía 16 años y una vida resuelta. Estaba con una madrileña muy exitosa que, incluso, recientemente, había sido coronada como la más guapa de Europa por séptima vez. Qué más podía pedir. ¡Lo tenía todo!
Pero entonces apareciste. Te cruzaste en mi camino con la fuerza de un disparo a bocajarro. Y te confieso que desde entonces no me late mi corazón; me late el tuyo. Te pienso a cada segundo. Me muero cada día por estar contigo. Y, aunque estemos lejos, me encanta animarte, sobre todo en tus peores días. Dicen que estamos locos de la cabeza; poca gente comprende lo nuestro. Yo, en parte, les entiendo. Este amor es irracional. Incomprensible. Ni yo soy capaz de encontrarle una respuesta coherente. Pero, ¿sabes qué? Sin ti mi vida ya no es nada. Hemos recorrido miles de kilómetros, hemos superado numerosos obstáculos, pero siempre juntos. Tú y yo. Has sido testigo de momentos muy duros para mí, lo sabes. Me has visto caer, morder el polvo… pero solo pensar que existes me ha ayudado a levantarme. Porque tú eres mi ejemplo, mi espejo. Porque tú luchas con casta y con coraje ante cualquier adversidad. Porque como bien dicen por ahí… nunca te rindes.
No te entretengo más. Los dos sabemos qué pasa hoy. Es el día. Así que vistámonos con nuestras mejores galas, conjurémonos, y salgamos a demostrarle a la ciudad que te vio nacer que como tú solo hay una. Tú y yo. Juntos. De la mano. Como siempre. He estado contigo muchas veces, pero nunca había podido vivir contigo este día, y es por eso que hoy vengo a verte. En un ratito estaré allí. Prometo llevarte en volandas. Nada me importa que ganes o pierdas, yo contigo siempre estaré… Hasta la muerte. ¿Te das cuenta de que al final, entre un te quiero y te quiero, siempre acabamos remontando el vuelo? Solo puedo prometerte una cosa: pase lo que pase, hoy y siempre, jamás me arrepentiré de este amor.
Por Carlos Manuel Sánchez (@cmsanchezt)