Así volvieron tras la piña traumática de Nerviòn. Así volvieron a su nicho ecológico, en la Palmera, donde el picudo rojo…y blanco, volvió a marchitar el palmeral de sus ilusiones. Apiñados en un cuatro por cuatro. Uno encima del otro. Sin espacio apenas para respirar. Más apretados que el croché que le pusieron al Cid para vestirlo de vocalista de Locomía. Disculpen la manera de señalar. Es guasa. Y son las reglas de nuestro juego. Hoy por ti y, mañana, probablemente, también por ti. Porque la avería en el equipo de mi primo es gorda. La vida es una sucesión intratable de días aciagos a los que, inadvertidamente, los baña en la luz de la salvación un hecho deseado y hasta implorado.