Los imponderables del fútbol, el azar, factores exógenos pero también endógenos confluyeron para que el Sevilla acudiera al Vicente Calderón en el peor momento físico y anímico de la temporada. La herida de la eliminación de la Liga de Campeones en Leicester no es que estuviera abierta aún, es que estaba supurando y sangrando a borbotones, pues acaeció apenas cinco días antes, el martes 14 de marzo, que el partido que perdió ante el Atlético. Aquello fue un doble golpe moral del que tardó en resarcirse el equipo, pero el Sevilla ha vuelto. Y eso es una magnífica noticia.
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