Míchel lo verá con mucho optimismo, pero la afición lo que espera son señales definitivas, resultados y disposición ganadora. El Sevilla anda entre Pinto y Valdemoro, jugando a ramalazos y dejando dudas por el camino pese a que su entrenador -también puede decirse que es su obligación- tenga que vender otra cosa. O no, porque también los ha habido que han preferido huir del azúcar como si se tratara del más traicionero de los anticristos. La falta de gol, la ausencia de un hombre fijo que concentre la confianza de todo el mundo en la izquierda, los regalos esporádicos en la retaguardia, el bajón de competitividad que el equipo experimenta fuera de casa… son algunos de los defectos que han motivado que el equipo blanco haya sumado cuatro puntos de los últimos quince posibles.