El Sevilla ha superado su primera gran final de la temporada (dejando a un lado la Supercopa de España) con la solvencia de un grande, de un equipo que sienta la Europa League como propia y disfruta cada minuto como si de una cena de Nochebuena se tratase. En familia, con su gente, su grada y jugando al ritmo que le reclaman los aficionados. Salió pisando el acelerador y en diez minutos ya había pasado por la taquilla del Sánchez-Pizjuán para comprar su billete a los dieciseisavos de final de la Europa League.