En una situación como la que atraviesa el Sevilla, tras una racha de nueve partidos sin ganar, lo primero es levantar el ánimo del colectivo. A los jugadores se les ponen las orejas tiesas cuando llega un entrenador nuevo: el que juega porque puede dejar de hacerlo, y el que no juega porque puede tener su segunda oportunidad. Joaquín Caparrós ha llegado para eso y su primer paso ha sido la reactivación anímica, con mensajes públicos y privados, con gestos, dirigidos a lo anímico. Pero el segundo paso es meramente futbolístico y responde a la urgente necesidad de que el Sevilla deje de encajar goles con tantísima facilidad.