Agosto equivale a frenesí para el Sevilla contemporáneo. A frenesí del bueno. Con fútbol de verdad. Nada de bolos veraniegos en campos sembrados de hoyos, con equipos iniciales que en nada se parecen a los once que acaban el ensayo. Todo lo contrario. Con títulos en juego. No obstante, la vuelta de la Supercopa de España que mañana -literalmente, a eso de la una de la madrugada- se resolverá en Barcelona admite un matiz: el 0-2 de la ida jugada hace sólo tres días en Nervión invita a Jorge Sampaoli a mirar más allá. Al sábado.
