Motos y ‘lecheras’ de la Policía Nacional tomaban posiciones. Acababan de echar a Pepe Mel y la mecha se ha prendido. La puerta del Villamarín ya era territorio en guerra. Dentro, la directiva terminaba de redactar el finiquito del entrenador. Fuera, el beticismo ya se había levantado en armas. Furiosos por una decisión que consideran perjudicial, un centenar de hinchas empezó a clamar contra todos los dirigentes, a voces y a pintadas. Las llamas alcanzaron ¡hasta a Rafael Gordillo!, tachado de cómplice: «¡Gordillo sevillista y borracho!», le gritaron. Una temperatura, sencillamente impensable, que da medida del incendio que el Betis, desquiciado, acaba de declarar.