El toque, la capacidad combinativa, es esencial en este deporte. Pero cuando hablamos de fútbol profesional, y más en todas unas semifinales continentales, un equipo debe manejar otros aspectos del juego igual de nucleares, aunque mucho menos vistosos: tapar, hacer coberturas, llevar al rival a tu terreno, imponer un físico más poderoso en los forcejeos, en los rebotes, en los balones sueltos. En todo ese fútbol más prosaico, el Sevilla fue un maestro y la Fiorentina un tierno alumno. La barba cerrada del campeón lo llevó de nuevo a manejar los tiempos de la eliminatoria salvo en ese primer cuarto de hora inicial en Nervión. Fue un pulso de un cariz similar al de octavos con el Villarreal.