Para jugar con un resultado favorable, para manejarlo, hace falta mantener el control en la zona ancha. Con el balón, o sin él. Pero ya en el último cuarto de hora de la primera mitad, justo después de que Lucas Ocampos transformara el penalti, se percibió que el planteamiento arrojado del Valladolid incomodaba mucho a los blancos. Cuando el partido fue avanzando, más se agudizó esta tendencia por la falta de energías donde se cuecen los partidos, en el centro del campo. Para tirar las líneas tan atrás hay que saber cerrar líneas de pase, ganar rechaces y balones divididos, procurar una salida escalonada hasta la delantera, aunque sea para desahogar a los de atrás. Nada de eso hicieron los sevillistas, pese a la aparente mejoría con la entrada de Joan Jordán.