No es casualidad que el decepcionante partido que hizo el Sevilla ante el Madrid se pareciera tanto al que firmó ante el mismo rival la pasada temporada en Nervión. El molde que sacó Julen Lopetegui fue el mismo. Y el equipo de Zinedine Zidane le respondió de la misma manera: presión alta para provocar el fallo atrás, una intensidad del colectivo propias de la necesidad, y cuando cayó el fruto del gol, a pertrecharse y agradecer el desesperante, por reiterativo, fútbol ofensivo de los anfitriones. La balonmanización del Sevilla, su fútbol ensimismado en el toque con tibios riesgos y una cansina apertura a una y otra banda con la defensa enemiga perfectamente colocada –y concentrando piezas en el único peligroso, Jesús Navas– facilitó el notable balance defensivo de los madridistas: cero remates sevillistas en la primera mitad, y en la segunda dos chilenas de De Jong y Ocampos fáciles para Courtois y un tiro que se fue a un metro de la escuadra derecha del portero belga. El recordado Juan de Dios Román hubiera echado de menos a alguien que cortara por dentro. Sólo Suso lo intentó.