Dos errores groseros en dos momentos puntuales, la desconcentración en la falta que propició el golazo de Dembele y el pésimo lanzamiento del penalti por Ben Yedder en el minuto 91, privaron al Sevilla de haber dado forma positiva a un plan que estaba esbozado, pero que llegó a funcionar bien por fases. Al sistema de juego que quiere Pablo Machín le siguen faltando ajustes. En la fase defensiva, por ejemplo, en la primera parte hubo unos diáfanos pasillos entre los centrales laterales y los carrileros, y por ahí empezó a hacerle daño el Barcelona al Sevilla. Y en el eje también hubo un grave y pertinaz defecto, pues a Banega y a Roque Mesa les costó un mundo encontrar una adecuada salida de la pelota tras la recuperación, o bien porque había un espacio vacío por delante de ellos que nadie cubría, o bien porque ningún centrocampista tuvo la suficiente precisión para salvar la elevada presión del rival tras la pérdida de la pelota. De esa forma, el dominio del Barcelona fue casi hegemónico.