El Sevilla de Lopetegui agrandó más su historia y sigue sumando muescas en cuanto a los registros de fútbol. Esta vez tocó madurar, macerar, tener paciencia para encontrar los huecos y esperar a que su rival, con una apariencia gaseosa con la explosividad de Adama Traoré, fuese defendiendo cada vez más cerca de su área. El gol, además, recordó muchísimo al que abrió el marcador en una noche histórica para el sevillismo, la final de Eindhoven ante el Middlesbrough, cuando Daniel Alves metió un balón al área como el de Banega y se encontró con el cabezazo en escorzo de Luis Fabiano, al que emuló en esta ocasión Lucas Ocampos. Pero el partido del Sevilla tuvo mérito porque supo esperar su momento y mover las piezas, con Ocampos abandonando ya su posición inicial en la izquierda y Banega teniendo más libertad para aparecer en el balcón del área.
