El Sevilla no bajó el pistón, ni con la inercia del 1-0, y sumó un triunfo más –el cuarto consecutivo– gracias a su gran energía y su intensidad. Tras un primer tiempo con control y acercamientos sin remate, el tanto sumado por Ocampos no relajó a los de Lopetegui, que tras el descanso mordieron más incluso a un Mallorca que intentaba sacudirse esa presión pero no lo conseguía. Ahí emergió de nuevo la figura de Banega y el técnico buscó la velocidad de En-Nesyri para sentenciar el duelo, algo que se haría esperar, pero que llegaría al final en un saque de continuidad que aprovechó la deficiente interpretación de Pozo de la vigilancia defensiva.