El Sevilla ganó un partido con algunas de las virtudes que debe tener un gran equipo. Se adaptó a las circunstancias, fue pragmático, aprovechó sus ocasiones y sufrió cuando tuvo que hacerlo, pero no dominó nunca, o casi nunca, el juego. Ganó con dos goles totalmente válidos, uno de ellos con esa nueva concepción de los balones en el área, pero no desde un sometimiento a un rival, en este caso el Villarreal, que lo incomodó, que lo mantuvo casi siempre muy lejos de su portería, que tuvo mayor posesión –56,5% ante 43,5% y 701 pases frente a 589– y que no encontró el premio que sí tuvieron los de Lopetegui.