Con un balance defensivo paupérrimo, con errores propios de futbolistas en formación, los dos equipos entraron en una espiral de despropósitos que convirtieron el inicio del partido, y en general toda la primera mitad, en un correcalles de patio de colegio. Con la situación descontrolada en ambas zonas de tres cuartos, al Sevilla le hubiera bastado con poner un poco de orden y de hacer alguna cobertura a ese paso adelante de Fernando en la presión que descompuso a una Real extrañamente poco intensa en los duelos, para haber manejado mejor un arranque que se podrá llamar trepidante, vertiginoso… pero que escondía un verdadero intercambio de imperfecciones entre dos equipos que hasta perdían el dibujo táctico y que entraban en descomposición con las transiciones del contrario.