Olviden la heroica respuesta con diez y con 0-2 en contra, olviden los fallos y los jugadores señalados con los cambios… En lo futbolístico, en lo táctico, quizá más en lo cognitivo…, el modelo necesita y pide a gritos un retoque. Quizá no haya que preocuparse tanto porque como atenuantes están los atípicos e insuficientes periodos vacacional y precompetitivo y los precedentes de la pasada campaña en esta misma época del año, pero eso no quita para que haya que revisar ciertas cuestiones que, a la larga, acaban pasando factura. El sistema defensivo dio de nuevo señales de no pasar por su mejor momento, con la mente en otro sitio por parte de algunos jugadores, y con una alarmante falta de coordinación en las vigilancias que se agravaba en las transiciones ataque-defensa, donde el Sevilla echó en falta a jugadores con más aplomo que Gudelj y que Diego Carlos. Sí, Diego Carlos, que generó el desequilibrio en dos de las tres transiciones fatales por elegir la salida a contemporizar, que quizá hubiera sido más efectivo en ciertos casos.