Hasta ahora Vincenzo Montella tenía entre el sevillismo la imagen de un entrenador de dos caminos. La de una montaña rusa ha sido claramente la trayectoria trazada por sus actuaciones. Decepcionante, o más si cabe, en la Liga, sus zarpazos en las competiciones de eliminatorias a doble partido llegaron a convertir su rendimiento en la Copa del Rey y en la Liga de Campeones en un valor seguro, en el billete para la salvación de una temporada que (con un cambio de entrenador en diciembre) parecía abocada al fracaso con una planificación, la primera de Óscar Arias, puesta muy en duda.