«Me puso de lateral izquierdo en un entrenamiento, supuestamente para trabajar diferente físicamente. Con eso entramos en conflicto. Tenía la impresión que quería romperme. Le dejé en su delirio. Otra vez, en un partido me puso de ‘6’ (interior). Gamerio me dijo que si me creía Makélélé. Me reí, porque era demasiado. Servía de cobaya. No llegaba a encontrarme… Cada día había algo. Luego me dijo que no trabajaba lo suficiente. Sin embargo, había cogido un entrenador físico especial y un fisioterapeuta. Tan pronto como lo supo, me mandó a alguien que me dijera que ya no podía tratarme el club. Me cerró la puerta en la cara. Algunos jugadores intentaron defenderme, pero no fue suficiente. Estaba disgustado», relata.