El Sevilla de Lopetegui recibió de su propia medicina en el empate que le rascó el Valladolid en la lluviosa noche del sábado en la capital andaluza. Los sevillistas se habían acostumbrado a sonreír a última hora, casi como un plan estratégico diseñado únicamente a abrir brecha cuando al rival ya le vale el empate. Que no tenga poder de reacción. Quitarle la cartera cuando está dormido, no cuando aún es capaz de presentar batalla. Y tampoco es de extrañar que alguna vez la tostada no cayese por el lado de la mantequilla y sí por el que le convenía al equipo que se medía al Sevilla. La justicia en el fútbol va por barrios. O dinámicas. Incluso por méritos. Y en Nervión hace tiempo que todos van dirigidos en que suene la alarma de incendios. Desgastada de tanto avisar. «Hemos jugado con fuego» decía Julen Lopetegui, entrenador nervionense, en sala de prensa.