A Sergio se le ve triste, apagado, como si estuviera viviendo una pesadilla de la que no se puede despertar. Quizás sea así. Sus expectativas y sueños mundialistas se han desvanecido. Y encima tampoco puede demostrar partido a partido que a sus 24 años no ha alcanzado ni la mitad de su nivel futuro. Esta pelea con Soria lo está desgastando profundamente. Su nivel apenas se ha visto alterado, pero su confianza pende de un hilo.