Monchi arriesgó poco en el fichaje de Óliver Torres. No sólo era un fichaje que le gustaba -precio, edad o trayectoria- en los aspectos que habitualmente se formula antes de acometerlo, sino que sabía que encajaría como un guante en lo que necesitaba Lopetegui, que había ido subiendo cada peldaño de la mano del extremeño durante su ya larga carrera. Lo mimó en las categorías inferiores de la Selección y le dio continuidad en un grande de Portugal como el Oporto, donde pasó de promesa a realidad. En el Sevilla arrancó con fuerza. Quitándose el manido cartel de jugador más efectista que efectivo. Sin embargo, su polivalencia le ha jugado malas pasadas en el rendimiento. El entrenador entiende que partiendo del perfil izquierdo ayuda a conseguir superioridades por el centro. Eso es cierto. Como también lo es que debe controlar demasiadas veces pegado a la cal.