Hacía tiempo que un futbolista no causaba tan buenas sensaciones desde el primer momento con la camiseta del Sevilla. Andre Silva, con apenas unas horas con su nuevo grupo y con sólo un entrenamiento a las órdenes de Pablo Machín, sustituía a Luis Muriel en el minuto 60 de la final de la Supercopa de España disputada en Tánger ante el Barcelona. Sus movimientos, sus apoyos fuera del área… gustaron en general al cuerpo técnico y a la afición sevillista, una hinchada que lleva tiempo reclamando (desde la marcha de Bacca) un delantero de garantías que aúne calidad, buen juego periférico y acierto ante el gol. Sólo unos días después el muchacho se descolgó poniéndole la firma a tres tantos en su primer partido como titular, en su debut en la Liga española ante el Rayo Vallecano. Todo pinta de manera excelente. Todo, salvo que el jugador no es propiedad del Sevilla, sino que pertenece al Milan y que tendría que pagar 38 millones de euros si lo quisiese comprar.