Ya no es la ausencia de Banega, que se nota, sino el desprecio a la medular, a cocinar la jugada, a mecer el balón, a darle pausa al fútbol. Gigantes que tiemblan. Rakitic aún no dirige. Gudelj ha demostrado estar para otra cosa. Óliver Torres luce más pegado al área rival. Óscar aún está en almíbar. A Vázquez ya se le da por perdido. Fernando y Jordán son tan necesarios que asusta su ausencia. El resultado: el Sevilla juega con urgencias, confiando pertinaz en las bandas, en la magia imprevisible de su vanguardia. Pan para hoy. Débil ante los equipos bien organizados, encementados. Lejos del Sevilla que se lució la temporada pasada, más mandón y firme. Lopetegui es una bendición, como dice Monchi, pero necesita más profundidad y control para afrontar el vértigo de octavos. Ahí está el tajo.