El Sevilla FC anunció anoche la destitución de Mendilibar al frente del banquillo sevillista. Su sucesor será el cuarto inquilino de la dirección técnica en un año, una auténtica locura.
Sólo la consecución de la séptima Europa League salva a unos dirigentes, sometidos a una presión tal, que hacen que se hayan convertido en una trituradora de entrenadores.
Una presión que viene del interior y del exterior, con un Del Nido Benavente en la sombra y que justifica decisiones como la de ayer.
Los dirigentes han pensado que el parón era el momento idónea para cargarse a un entrenador que hace menos de dos meses compitió a todo un City y que en lo últimos partidos, alejados de la locura que se conviertió el mercado sevillista, había dado signos evidentes de mejora.
Incluso la segunda parte del Rayo es la mejor justificación para haber aguantado más a un técnico que hace 4 sólo meses trajo un nuevo título a la entidad.
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En definitiva, existe una precipitación y ansiedad tal en el club que provoca que se quiera crecer a base golpes en la mesa, hasta que un día se termine rompiendo.
