Es la ley del fútbol. Como cada final de Liga, aparecen los temidos y emocionantes partidos a vida o muerte, en aquellos equipos que aún tienen mucho en juego. Son los casos de Sevilla y Mallorca, que se las ven en la cálida noche hispalense. Ahí surgen los contrastes entre los que juegan con la ilusión de un gran premio y los que lo hacen bajo la presión de la supervivencia. Y ahí se revela también el dilema sobre si pesa más la motivación del laurel que el de la supervivencia. Ley de vida. Al Sevilla le bastarían cuatro de los nueve puntos en juego para amarrar la clasificación para la próxima Liga de Campeones. Ahí se mezclan en Nervión la motivación del laurel con la de la supervivencia económica, aunque el propio club siempre presume de la holgura que le ha dado ese colchón de tantos años de bonanza y cautelosa gestión administrativa. Pero los tiempos han cambiado, en muchos sentidos.