Cualquier aficionado al fútbol que no se deje llevar por los colores (eso más bien es un simpatizante, como en la política), o uno que no profese la fe sevillista, se llevaría las manos a la cabeza al comprobar el clima de absoluta crispación que se vive en el Ramón Sánchez-Pizjuán, sobre todo si ve en la pestaña de clasificación al Sevilla como tercer clasificado de LaLiga tras 26 jornadas. Sin embargo, en el fútbol existen cosas más importante, si me apuran, que los puntos. En verdad no, pero se acerca y da para un amplio debate: el contexto y las sensaciones. El equipo de Lopetegui camina por un desfiladero, sin protección alguna, y que en cualquier resbalón puede tirar por tierra el largo camino realizado. Su grada no comulga con el entrenador y los jugadores viven en un estado de nervios propios de salas de espera en el maternal de cualquier hospital, o de cualquier tertulia televisiva hablando del coronavirus, con clichés sin fundamento.
