Al soriano le ha faltado cintura para adaptarse a las circunstancias. Si bien a principios de curso, empujado por la pegada de Andre Silva y Ben Yedder, hizo hueco a dos delanteros puros, no ha sabido enfrentar otras carencias con la temporada más avanzada. La persistencia en su propuesta, amiga del intercambio de golpes, condenó a los zagueros –a menudo endebles– y dejó al equipo desguarnecido en partidos importantes como el del Camp Nou. Nunca encontró un compañero a Banega en la medular. Pero tampoco demostró interés por el control. Y eso llevó al Sevilla a la perdición el jueves, en su competición, ante un rival netamente inferior. Machín se empeñó en seguir siendo el de Gerona.