Es fácil hacer un paralelismo agorero entre el Sevilla actual y lo que sufrió el Villarreal el curso pasado, cuando cayó al abismo de la Segunda División. Sin embargo, hay diferencias sustanciales, empezando por la clasificatoria. Los amarillos, antes de ponerse en manos de José Francisco Molina tras la destitución en la jornada 16 de Juan Carlos Garrido, eran decimoséptimos a estas alturas y tenían 15 puntos tras sólo tres victorias y seis empates. Pero, sobre todo, lo que diferencia aquella situación, que no salvaron dos destituciones de técnicos, de la que atraviesa el Sevilla es la unión del vestuario.