Joaquín Caparrós volvía en el día de ayer al banquillo del Ramón Sánchez-Pizjuán. El técnico de Utrera se ponía a las órdenes por cuarta vez del equipo sevillista.
Ha dirigido pocos entrenamientos, por lo que no hemos visto una mejoría palpable del juego del equipo, incluso en algunos momentos lo vimos bastante peor que con García Pimienta.
Pero el Consejo de Administración, lo que pretendía con este cambio, era anestesiar a la afición y a la grada para ese encuentro, después de todo lo que ocurrió frente al Atlético de Madrid.
Todas las miradas estaban puestas en Joaquín, y salvo algunas movilizaciones con menos intensidad que otras veces en las inmediaciones del estadio, dentro prácticamente no se cantó en contra de los actuales dirigentes. Los aficionados sevillistas idolatran a Joaquín y tuvieron piedad con el equipo.
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Una vez más, las estrategias de José María del Nido Carrasco y sus secuaces, consiguen lo que quieren. Ahora mismo el sevillismo lo único que le preocupa, es que el equipo se salve lo antes posible ya que solo está a 6 puntos del descenso.
Hasta el mensaje de los Biris Norte era de esperanza más que de crítica: «Resurgiremos».